El poder del respeto

Ver a las personas como algo más que su diagnóstico médico

¿Quién es usted y qué lo define? ¿Su carrera, su familia, su herencia? ¿Sus pasos siguen siendo enérgicos o se mueve un poco más lento? Y esas líneas de sabiduría en su rostro, ¿las celebra? La vida a los 25 años a menudo es diferente de cómo la vivimos a los 85. Especialmente al envejecer, queremos estar rodeados de personas que nos quieren, nos escuchan, que entienden por lo que pasamos y que nos tratan con respeto.“Muchas personas temen envejecer”, explica Elizabeth, una auxiliar de enfermería certificada que trabaja en el Menorah Center for Rehabilitation and Nursing Care desde hace más de 16 años. Ha brindado atención a pacientes que estaban allí recuperándose de un accidente cerebrovascular y a residentes con demencia. “Cada persona cruza la puerta con una vida llena de historias. También les preocupa ser vulnerables y estar aislados”, contó Elizabeth.“Aprendo todo lo que puedo sobre la historia, la familia, los intereses y las preferencias de una persona”, agregó. En ocasiones, algunos se toman su tiempo para hablar sobre su pasado. Otros dejan muy en claro que no quieren revivir ni divulgar detalles sobre su vida personal. “Algunos miembros han sobrevivido traumas y otros han vivido muy protegidos. En el caso de los sobrevivientes del Holocausto, por ejemplo, tengo especial cuidado con mis palabras y acciones. Una bata de laboratorio o un ruido repentino pueden ser un desencadenante y transportar a alguien a un momento o lugar terrible”.Elizabeth resalta que escuchar atentamente, prestar atención al lenguaje corporal, ser amable y llamar a la persona por el nombre de su preferencia son señales simples de respeto que pueden marcar una gran diferencia en cómo se siente una persona. “Todos mis pacientes y residentes son mucho más que su diagnóstico médico”, agregó.Cuando Elizabeth supo que a su paciente David le encanta el arte, lo alentó para que se uniera al grupo de terapia artística.

Elizabeth también le dio al paciente de 78 años lápices de colores y un cuaderno de dibujo. Algunos de los dibujos contaban algo sobre la vida de David. Había sido electricista de día y mesero y cantante de noche. Si él no quiere bañarse o hacer ejercicios, Elizabeth le pone música de programas de televisión. David las interpreta y estira los brazos. La música sigue inspirándolo, aunque la demencia le roba la memoria.La historia de Mary es un tanto diferente. Su esposo, Joe, recibió fisioterapia intensiva y atención a largo plazo en el Menorah Center. Mary lo visitaba tan a menudo que la gente creía que ella trabajaba allí. Con el tiempo, su EPOC empeoró y recurrió al Menorah Center para recibir atención a largo plazo. Mary ya sentía una conexión con el Menorah Center. Ahora vive allí, en un lugar donde se siente cuidada, respetada, segura y en casa. “Es lo que todos queremos y merecemos”, dice Elizabeth.

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